Rosario en Noticias
26 octubre, 2025
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Mandarina, el pibe que vendía diarios en el Cruce Alberdi y 47 años después fue declarado ciudadano ilustre de Rosario

26 octubre, 2025

El canillita Daniel Díaz fue distinguido con el diploma de honor frente al kiosco que atiende desde hace 47 años, en la esquina de Mitre y Rioja, en una tarde soleada y rodeado de los vecinos del centro y de su gente. En esta nota, su historia: desde su primer trabajo en el Cruce Alberdi hasta la actualidad, y su rol de «cura confesional o psicólogo» de los vecinos del microcentro.

El Concejo de Rosario distingue a muchas personalidades como visitantes o ciudadanos ilustres. No muchos de los homenajeados son tan conocidos en su barrio ni tan apreciados por los vecinos como el canillita que desde hace cuatro décadas y media les brinda las noticias y el entretenimiento, siempre prestando el oído o dando una palabra de amabilidad.

Fue a partir de una junta de firmas en junio pasado que Daniel Alfredo “Mandarina” Díaz, el canillita de Mitre y Rioja, fue declarado “ciudadano ilustre de Rosario”, acompañado por sus vecinas y vecinos, sus amigos, clientes, sus hijos y nietos.

La esquina ruidosa se abarrotó más de lo habitual. El gentío elevaba sus celulares para registrar el momento, mientras escuchaban bajo el sol el acto público en plena vereda angosta de calle Mitre, entre los locales esquineros y el kiosco de diarios y revistas de Daniel. Para la ocasión, vistió una remera negra que dice “Canillita diploma de honor”, y se sacó fotos con los suyos, hubo catering, y el diploma de honor del Concejo, fue enmarcado para la posteridad.

Un abogado de la zona centro que es de los muchos testigos de todo lo que el canillita Díaz brinda a la ciudadanía hace tantos años, fue el promotor de la idea de su distinción. No fue difícil juntar firmas para tener el aval de los vecinos que conocen tan bien a Mandarina. En junio pasado ingresaron una carta emotiva al Concejo por mesa de entrada. En agosto fue aprobado por unanimidad por los ediles, y ahora, mediando octubre, en una tarde soleada, en la esquina más concurrida del centro rosarino, fue el momento de su distinción.

Al convite se sumaron amigos de Daniel de la primaria, de la secundaria, vecinos de su barrio, Belgrano, donde nació, y los vecinos que hace 45 años conviven con él en el microcentro de Rosario. “Iba a ser en el Concejo, pero finalmente se hizo ahí porque cuando supe de la distinción no quería perder la localía, es mi lugar. Han pasado casi tres generaciones de vecinos por el kiosco. Vino bastante gente gracias a Dios: abuelas con sus nietas, contando cómo venían cuando su hija era chica y yo le regalaba algún cuentito. Me hicieron muchos comentarios muy lindos en la ocasión. En los días previos estuve nervioso y no sabía qué tenía que decir, pero después lo disfruté mucho”, destacó a Rosario3

Para este diariero, dialogar con la gente es “como recargarse la batería de energía”. Es que la causa que hizo que tantos vecinos del microcentro quieran su distinción es que, justamente, él durante tantos años, estuvo incólume en la esquina de Mitre con Rioja prestando su oído o ayudando. “Los vecinos me comparten sus historias, como una especie de psicólogo o cura”, aseguró, y explicó: «Me enaltece que sientan la confianza y me cuenten, y me hace muy bien si puedo darles una mano o una recomendación. Y me gusta mucho relacionarme con los nenes también y verlos crecer como a mis nietos. Me llenan de amor».

En la misiva que elevaron al Concejo, los vecinos destacaban entre muchas otras virtudes de Daniel, que “sabe el recorrido de los colectivos, el turismo, las fechas de cobro de jubilaciones y pensiones, los horarios de apertura de los comercios, y el pronóstico meteorológico» a partir de tantos años de experiencia con su primer Kiosquito a la intemperie y a resguardo del toldo del café.

Según Mandarina, “hoy los vecinos en el centro son más nómades». Y precisó al respecto: «Muchos viejos murieron, los hijos se mudaron, y los departamentos se alquilan y cambia mucho la gente que habita. La relación es menos larga que antes. Entonces, aunque uno genere un vínculo, quizás hoy no son tan constantes como antes».

El origen del apodo y el del oficio en el Cruce Alberdi

Mandarina es hijo de un ferroviario y de una ama de casa, de quienes aprendió los valores y la importancia del trabajo. Cerca de su casa natal en barrio Belgrano, de muy pequeño ayudaba en el reparto a las vecinas. «Mi madre no dejaba que me pague con dinero, entonces me daba alguna fruta. Siempre le decía que me diera mandarinas, y me empezó a llamar así, y el apodo me quedó. Es un nombre simpático, pero en realidad no me gustan las mandarinas», aseguró entre risas.

A los 12 años en el Cruce Alberdi comenzó a vender diarios vespertinos de La Tribuna y La Prensa ayudando a su tío, y se quedó en ese oficio: «Me gustó y después comencé en la esquina de Urquiza y Ovidio Lagos. De ahí me fui y estuve en Córdoba y Lagos mucho tiempo. Cuando comencé ser canillita era duro: salir a las 4.30 de la mañana y trabajar hasta casi la noche. Un sacrificio donde no podía ir a algún evento familiar”. 

En un momento en 1979, el suegro de Daniel, que también era canillita, le consiguió comprar el kiosco de la esquina de Mitre y Rioja. Entonces se vino para el centro, a la esquina de la cafetería Onkel y a la vuelta de La casa del paraguas, frente al Banco de Londres, hoy Patagonia. Comenzó con una estructura de chapa que acogió sueños y frustraciones. Entrado el año 2000, pudo comprar la estructura de hierro techada.

«Es un trabajo de muchas horas, y aunque estuviera enfermo, no podía faltar ni tenía vacaciones. Viví mis primeros años en barrio Belgrano. De joven me mudé a Bella Vista, pero la verdad que conozco a todos en el centro donde estoy siempre en el kiosco, mucho más que a los vecinos de mi casa», aseguró.

Repartió durante muchos años el diario al comienzo del día en decenas de edificios, pero ahora solo deja a una nonagenaria de la cortada Ricardone que le cuesta ir a buscar el diario.

«Sigo trabajando porque la paso bien, me hace bien. Ya no lo siento un esfuerzo, disfruto la charla con los vecinos y lo haré hasta que me dé el cuerpo. Gracias a esto pude educar a mis cuatro hijos que nunca les faltó nada y son maravillosos», finalizó.

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